MOZAMBIQUE. XAI-XAI. VIDA COTIDIANA.
Hace unas horas que en Mozambique ha dejado de llover. Nadie confía todavía en que haya acabado definitivamente el período de lluvias y ciclones, que se está prolongando más tiempo del habitual, pero por lo menos es un respiro para la población. Ha amainado el viento y vuelve a hacer calor , lo que confiere a todo y a todos un poco de alegría y optimismo.
Desde que comenzó la tragedia de las inundaciones, se ha paralizado gran cantidad de las actividades del país. La actividad comercial, exceptuando en Maputo, la capital, donde las comunicaciones por carretera con los países vecinos se restablecieron en pocos días, ha disminuido considerablemente sin llegar a desaparecer.
La mayor parte de las carreteras del país han estado, y continúan estando bloqueadas. La producción agrícola y ganadera ha desaparecido, y la mayor parte de fábricas e industrias han sufrido enormes desperfectos.
Las escuelas de todo el país se han utilizado como refugio para miles de personas que han perdido sus casas, y se ha suspendido toda la actividad escolar desde hace ya mas de dos meses.
Miles y miles de personas en todo el país, se encuentran todavía aisladas en sus aldeas, rodeadas por las aguas y con los caminos de acceso completamente destrozados.
En la ciudad de Xai-Xai, capital de la provincia de Gaza, la suspensión de las actividades ha sido dramática y generalizada, debido a la desaparición bajo las aguas de todo el centro de la ciudad, incluyendo todas las tiendas, bancos, talleres, oficinas, y las sedes de todos los organismos oficiales. La carretera de acceso a Maputo, desde donde antes llegaba el abastecimiento de todos los productos está cortada en varios puntos, y su reparación se prevé larga y costosa.
Pero hay que intentar seguir viviendo, desde el momento mismo en que uno ha conseguido salvarse de las aguas, y es necesario aguzar el ingenio y la imaginación.
Un gran número de ciudadanos, hombres, mujeres y niños conseguían sobrevivir en tiempos de normalidad, como en todos los países del tercer mundo, vendiendo algunos productos, de todo tipo, que compraban en tiendas o almacenes, y vendían después un poco más caro, obteniendo mínimos beneficios. La cosa ahora está complicada. Cada vez ha ido siendo más miserable la gama de productos a disposición de los clientes, reduciéndose a los conseguidos en las huertas locales, como hojas de calabaza, de mandioca , cocos, frutas tropicales y algunos alimentos rescatados de las aguas. Pero poco a poco ha ido apareciendo en el mercado arroz, harina de maíz, azúcar, judías, y ahora, multitud de otros productos, procedentes de la ruta del norte, que ha ayudado a la supervivencia, aunque tenga que pagarse por ella un alto precio.
A estas alturas, los comerciantes de la ciudad, aunque han perdido sus tiendas y almacenes, se las han arreglado para conseguir también traer productos de Maputo, realizando largos y complicados viajes atravesando la ciudad vacía, a donde hay que acceder en barco, recorriendo a pie varios kilómetros hasta llegar al primer corte de la carretera sobre el valle del río, y tomando allí sucesivos pequeños barcos. Aunque todo el valle continua inundado, no hay profundidad de agua suficiente para hacer todo el trayecto en un solo barco , y es muy arriesgado realizar ese viaje.
Las oficinas de muchas empresas han buscado lugar en casas particulares, o en organismos oficiales de la parte alta para seguir trabajando, aunque muchas de ellas han perdido todos sus archivos y material de trabajo.
En los centros de acomodación, donde viven miles de personas que han perdido su casa y todo lo que tenían, la vida se ha convertido también en rutina. Uno de los problemas más graves que se presenta es la falta de actividad. Las mujeres se dedican a cocinar la comida que llega de la ayuda humanitaria, para lo que es necesario el abastecimiento de leña, que se convierte en ocasiones en grave problema, y a lavar la ropa y quehaceres domésticos, pero los hombres se sientan a esperar . En ocasiones salen para intentar algún pequeño negocio. Algunos de los centros albergan a muchos miles de personas desesperadas por haber perdido todo, y las condiciones son durísimas, con pocas tiendas, pocas letrinas, poca comida y mucho hacinamiento y enfermedades.
En los centros de la ciudad de Xai-Xai, una de las actividades de los coordinadores es el reparto de tierras en las afueras de la ciudad, en lugar seguro, para las víctimas de las inundaciones. La idea del Consejo Municipal de la ciudad, es crear nuevos barrios en dirección contraria al valle del río, donde existen zonas un poco más elevadas para evitar que la población vuelva a instalarse en sus orillas. A las familias que se les ha adjudicado ya un terreno, se les entrega una tienda de campaña procedente de la ayuda para poder instalarse en él. Pero muchas de ellas prefieren seguir en los centros de acomodación, donde tienen posibilidad de conseguir comida, por precaria que sea, ya que ir a sus propias tierras, significa conseguir su propio sustento, y la cosa no está nada fácil.
Poco a poco, algunas familias se van asentando y comienzan a organizar su propia vida.
Entre esta población campesina que lo ha perdido todo , y la clase dirigente, que está cada vez más ocupada coordinando y organizando, junto con las grandes organizaciones internacionales, una complicada red de infraestructuras para poner en marcha diversos proyectos de recuperación, existe una clase intermedia de mozambicanos, trabajadores y profesionales de nivel medio, que desde el primer día de la tragedia han estado cumpliendo con sus obligaciones, trabajando con la responsabilidad de siempre, a pesar de las extremas dificultades, y a que muchos de ellos han perdido su casa, y otros sus enseres, porque vivían en casas que han resistido el embate de las aguas, pero todo ha quedado inservible, cubierto de lodo. Cobran un exiguo salario que llega con excesivo retraso debido a las dificultades del país, con la angustia que eso supone cuando no se posee ningún tipo de ahorro y se depende exclusivamente del salario para sobrevivir. No se encuentran en centros de acogida porque tienen amigos o parientes que los han acogido en sus casas, pero la vida se ha complicado enormemente para ellos, y viven con muchas dificultades. Nadie cuenta con ellos a la hora del reparto de la ayuda humanitaria. Es cierto que tienen un trabajo que les proporciona una fuente de ingresos, pero los salarios en este país son bajísimos en relación con el nivel de vida, y las mejoras alcanzadas en sus condiciones de vida han sido a costa de grandes esfuerzos y sacrificios. Deben afrontar ahora el comenzar de nuevo, sin ayuda, sin ilusión, con mucho cansancio acumulado.
Son las personas que hacen posible que el país funcione, sorprendentemente, con todas las condiciones adversas, con enormes dificultades, sin que nadie se fije en ellos, sin darse importancia ni ser noticia.
Ellos han hecho posible el comienzo de la reconstrucción del país, porque han impedido que la vida pare.
Xai-Xai 14-4-2000
Maria Cruz Ciria.
Consejo Interhospitalario de Cooperación.
Xai-Xai. Mozambique.
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